La política contra la segregación escolar, entre dos aguas
XAVIER BONAL
Concluir que la segregación social en la escuela no es un problema educativo analizando solamente las calificaciones de los alumnos es de un reduccionismo alarmante.
Las suspicacias y reticencias a los intentos de política educativa para reducir la segregación escolar, sin embargo, no provienen solamente de las familias de clase media. El cuestionamiento viene desde posiciones políticas de extremos opuestos, algo que está dejando de ser una sorpresa en nuestro país. No se trata de partidos, sino de posicionamientos de coaliciones o actores que, en general, comparten intereses y tienen algo que perder con las políticas de equidad educativa. La primera posición se caracteriza por el negacionismo, y la segunda por el simplismo.
El negacionismo opera, en primer lugar, mediante argumentos que pretenden minorizar o excluir la segregación como problema educativo. Esta posición se ilustra especialmente a partir del reciente estudio de Julio Carabaña para la Fundación Europea Sociedad y Educación (ver aquí), en el que pone en duda que la segregación escolar sea un problema educativo. Según Carabaña, no existen pruebas contundentes de que el rendimiento escolar se vea afectado por la concentración del alumnado socioeconómicamente desfavorecido. Plantearse políticas contra la segregación escolar, en consecuencia, no merece la pena, puesto que los peer effects (efectos positivos sobre el aprendizaje de tener compañeros de distinta condición socioeconómica) son mínimos.
El simplismo, protagonizado por algunos actores de la educación pública. Por supuesto, reconocen la segregación escolar como un problema grave, y actúan críticamente contra las administraciones por su inactividad o ineficacia para resolverlo. El problema en este caso reside en las recetas para hacer frente a esta cuestión. Según esta posición, la segregación escolar es fácil de resolver y pasa por eliminar la escuela concertada, que se mueve exclusivamente por el afán de lucro y no por principios de inclusión. Para simplificar el simplismo: si todas las escuelas fueran públicas, no existiría segregación. Las políticas que buscan una mayor corresponsabilidad entre sectores en la distribución del alumnado vulnerable, por lo tanto, acaban por legitimar una mayor financiación a la escuela concertada y el propio modelo de conciertos, sin conseguir evitar que se continúe discriminando y excluyendo al alumnado vulnerable.
Negacionistas y simplistas son portadores de recetas mágicas, pero lo cierto es que los problemas complejos, y la cuestión de la segregación es uno de ellos, no tienen soluciones fáciles. La problemática de la segregación escolar tiene expresiones locales diversas y requiere estrategias que tengan en cuenta las causas que la generan en cada territorio. Sin embargo, la particularidad local no exime a los poderes públicos de articular medidas a escala nacional y de Comunidad Autónoma que den cobertura regulativa y financiera a las políticas educativas, urbanas y sociales a escala local. Nada de ello sucederá si dominan las posiciones que niegan la mayor o excluyen a alguna de las partes del proceso. El negacionismo o el maximalismo conducen al inmovilismo por su poca factibilidad política. Aunque puede que no se pretenda otra cosa que mantener el statu quo.
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