La Ría de Sestao. Urbinaga. Nostalgia y recuerdos:
Nací y vivi hasta los 18 años en este entorno cuando era el centro de Sestao y de la margen izquierda del Nervión. Esta exposición me ha traído recuerdos y anécdotas.
Como decía mi abuelo, Sestao deberìa tener los adoquines de las aceras de oro, si hubiera pagado todos los impuestos al ayto. Recuerdo el día que la visito Franco, estuvimos en La calle Chavarri con un coca-cola y bocadillo en la mano esperando un hora que llegara, ni le vimos. Eran los tiempos de la Falange, el cuartel de la Guardia Civil estaba justo enfrente para reprimir y proteger la que era la mayor fabrica siderometalúrgica de España.
Cuarto Socorro
Justo a la entrada de la fabrica para curar a los heridos de la fundición, nada pudieron hacer con el guarda del cambio de agujas que se quedo dormido en la garita y le volcó el caldo de la colada a 1000ºC que transportaba una vagoneta.
Por esta carretera bajábamos en goitibera todos los chicos del barrio encadenados. también nos curaban de las heridas en las rodillas que eran inevitables.
Eskailera. Acceso a La Naval.
Por esta escalera se accede a la Naval , empresa constructora de grandes barcos. Aquí esperábamos a los americanos que venían a la fabrica y salían a visitar Bilbao, nos daban chicles americanos que en aquella época no había. También accedíamos a madera y virutas en algún almacén próximo a la garita del guarda de entrada que hacia la vista gorda, entonces en las casas había chapa bilbaína que se alimentaba con estas maderas y carbón que recogíamos en la escarabilleras de AHV en la campa del Carmen.
Etxeak, Zubicaba.
Pocas casas habitables quedan en la calle Rivas, y las que quedan en ruinas, como la empresa de embutidos de Zubicaba, las malas lenguas decían que no había perros en los alrededores cuando la inaguraron. Hoy serie muy evidente si era verdad o no.
Tren. Renfe.
Tener cerca de casa una estación de Renfe donde suben y bajan en horas de los relevos multitud de trabajadores, entonces la clase trabajadora no tenia coche, te permitía pedir a los viandantes sus billetes de cartón caducados para meterlos en un alambre y jugar a las canicas con ellos como si fuera dinero.
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