Yo siempre pasaba en bote. Mas rápido y más atrevido. Cuando llovía no, tampoco hay por qué calarse sin necesidad y solía llover mucho, menos de lo que la gente piensa. Con sirimiri, sí. Clasicismo frente a modernidad. Modernidad ninguna. Cuando hicieron el grande sólo se podía pasar en coche. Ya, los barcos. Siempre la excusa de los barcos. Hasta el tamaño de los barcos condiciona el puente. En cien años los barcos han agrandado mucho, el puente sigue igual. Los levadizos lejos, muy lejos. Ya no son levadizos. Cien metros, distancia infinita. Cien años, tiempo infinito. Ya no hay más que un bote, ya casi nadie pasa en coche. Yo también me he hecho elegante, paso menos en bote, ahora llueve menos, mucho menos. Ahora se puede ver el panorama desde arriba, sin vértigo. El vértigo es la desolación del patrimonio industrial pero no la del patrimonio histórico. El puente sigue siendo de hierro.
22 oct 2007
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