Hay en Promesas del Este una brutal escena de violencia en una sauna que resulta tan excéntrica e incómoda como atractiva, es la vida y su supervivencia. Es cine. A Cronenberg también le sienta bien la mirada de extranjero para mostrar una ciudad que nunca habíamos visto: el Londres sórdido y residual de las mafias rusas, presidido por un monarca de apariencia benévola y garra feroz (Armin Mueller-Stahl), al que flanquean un Calibán homoerótico (Vincent Cassel) y un ángel oscuro (un Viggo Mortensen por encima de todo adjetivo ditirámbico). Más allá de lo contenido, Cronenberg imparte una lección de precisión y logra que al fin se pueda ir al cine a disfrutar.
¿Alguien puede explicar porque no han traido a Naomi Watts a Donostia?
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