Baina hau oraindik naturala da , herrikoia eta abar
Cuando Aimar Olaizola Apezetxea era niño y soñaba con ser un gran pelotari, en Goizueta había tres frontones y poco más de mil habitantes. Ahora hay dos y 949 vecinos. Teniendo en cuenta que la juventud local es fuerte y que, en un radio de 20 kilómetros a la redonda, en este remoto pueblo navarro surcado por el río Urumea sólo pueden encontrarse montañas, pastizales empinados y profundos bosques de hayas, robles y castaños, a nadie puede extrañar que Goizueta sea cuna de buenos deportistas y de certeros cazadores.
Jugarse el dinero en los frontones se ha convertido en uno de los elementos singulares del espectáculo de la pelota, una actividad que alcanza su máxima expresión en la final del Manomanista.
En 1894, cuando el corredor de los frontones industriales era una cosa inédita, Peña y Goñi, un hombre versado en temas pelotísticos, escribía en uno de sus muchos manuscritos: «Uno de los ingredientes más importantes y sustanciosos, entre los varios que concurren a dar animación a los partidos de pelota, es sin género de dudas el de las apuestas». Apostar es algo consustancial con la idiosincrasia del pueblo vasco. Se juegan sus dineros en los desafíos de hachas, traineras, levantamiento de piedras, a correr, segar... En todos aquellos campos donde se produzca una colisión de intereses deportivos detrás habrá alguien capaz de cruzar una apuesta a favor del presunto ganador.(..)
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