Y más. Eso es. El valor, la temeridad -désele el nombre que se quiera-, es el relámpago, el instante sublime; y luego, ¡clic!, de nuevo las tinieblas, como antes. ¿La razón? Que es demasiado violento para ser un estado continuo. Y, si lo fuera, no sería un relámpago, una iluminación. Y, por eso, porque es instantáneo, no puede durar y prolongarse sino sobre el papel: una imagen, algunas palabras escritas, que un fósforo -llama minúscula e inocente que hasta un niño es capaz de encender- puede destruir en un instante. Una astilla de una pulgada de largo con azufre en la punta es más larga que el recuerdo o el dolor; una llama no más ancha que una moneda de cinco céntimos es más fuerte que el valor y la desesperación.
William Faulkner, incluído originalmente en el volumen de cuentos These 13, publicado en 1931. ( via )
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