(...)Y mientras él hablaba me vino a la cabeza la expresión difícilmente comprensible si no intraducible, que por eso no dije en el acto, me habría llevado un rato explicársela a Tupra: ‘Es lo que nosotros llamamos vergüenza torera’, me acudió al pensamiento, y en seguida: ‘Claro que los toreros cuentan con un montón de testigos, una plaza entera más millones de telespectadores a veces, y puede entenderse mejor que piensen: “Yo de aquí salgo con la femoral reventada, yo de aquí salgo cadáver antes que como un cobarde, ante tanta gente que lo contaría sin fin ya para siempre”. Esos toreros temen el horror narrativo más que a la peste, el mal paso último que los defina, para ellos su final sí cuenta mucho, como para Dick Dearlove y casi cualquier personaje público, me imagino, cuya historia está a la vista de todos en todos sus tramos, o en sus capítulos, hasta el desenlace que acaba marcándola entera, o que le da injusto y falaz sentido’. (...)
Ya era hora de que podamos leer algo potable. Recomiendenme algun libro que no se me caiga de las manos, no para leer en el metro. De esos que no puedes dejar en horas.
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