1 abr 2021

Iñaki Gabilondo : la templanza y el juego limpio.

 Iñaki Gabilondo: “Para hacer este trabajo hay que tener fe y yo la estaba perdiendo”

En esta España tan propensa a la trinchera, su templanza y su estilo reflexivo siempre fueron como una exitosa rareza. Llegados a este punto, con la política más subida de tono que nunca y todavía subiendo cada día un poco más, Iñaki Gabilondo se declaró empachado.


La renuncia a seguir ejerciendo de analista cotidiano no es ni mucho menos una retirada de la profesión. Mantiene un espacio semanal en Hoy por hoy, el programa de la SER con el que despertó cada día a varias generaciones de españoles y en el que da voz a jóvenes con iniciativa. Movistar+ acaba de emitir dos programas suyos en los que trataba de adivinar las líneas del futuro tras la pandemia con entrevistas a grandes académicos internacionales. Ni el desánimo con la actualidad ni tampoco el virus le han parado, aunque deslice otra confesión: “La pandemia ha sido como un flash que me ha enfrentado a mi vejez. Ya hace mucho que sé que soy viejo, pero nunca como ahora había visto que formo parte de ese material desechable que somos los viejos para este virus gerontófobo que nos ha atacado”.

(..) La política es la gestión del disenso, y el consenso es el punto final de un recorrido al que se llega o no, pero que se alcanza en algunas cosas donde establecemos lo que llamamos sentido común, el territorio compartido. Yo estaba perdiendo la fe al ver la imposibilidad de alcanzar puntos comunes en algo. Y empiezas a sentir una gran incomodidad personal al tener que salir todos los días a la palestra con un escepticismo excesivo.

(..) Tengo 78 años y, a cierta edad, hacer lo que uno no quiere tiene algo de obsceno. Ahora parece que para todo hay una respuesta oficial de la derecha y otra de la izquierda. Yo no he ocultado nunca mi ideología, pero eso no me ha resuelto los enigmas que planteaba la actualidad.

las tertulias políticas acaban a gritos.

Es otro de los elementos que contribuyen a mi desánimo. Comentar asuntos como el problema catalán, la monarquía o el terrorismo en modo bronca de bar, como si estuviésemos discutiendo si ha sido o no penalti, me parece extraordinariamente malo. Y le tengo miedo al efecto que produce en la gente.

El periodismo debe preguntarse lo que la gente tiene derecho a saber, pero si lo que nos preguntamos es solo lo que la gente quiere oír, desvirtuamos nuestro trabajo.

En su generación también molesta mucho el revisionismo de la Transición.

A mí me sorprende que no se valore lo que significó todo aquello. No estamos diciendo que haya que reproducirlo tal cual ahora, pero entonces vivimos un momento de complicación máxima que la política resolvió poniéndose de acuerdo. Y fue posible lo que no parecía posible. Porque era como si ahora metes a Aznar y a Otegi en la misma mesa. A eso nos referimos cuando invocamos el espíritu de la Transición. También me sorprende muchísimo que esta sea la primera generación que pide explicaciones a las anteriores. Dicen: “Vaya mierda de democracia que nos dejasteis”. Nosotros nunca le dijimos a nuestros padres que nos habían dejado un país de mierda. Y estábamos en una dictadura.

Pero es que yo ya sé hace muchísimo tiempo que esta no es mi época. Nosotros estamos de retirada. Seguirá siendo mi mundo hasta el último día de mi vida, pero nosotros ya no llevamos el volante del coche.

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