El gran reto de la ‘ley Celaá’: bajar la curva de repetidores
El 29% de los alumnos se ve obligado a estudiar un mismo curso. La nueva norma educativa busca reducir una práctica que los expertos consideran cara e ineficaz.
La repetición, un recurso pedagógico controvertido que la nueva ley educativa pretende limitar, está muy arraigada en España. El 28,7% de los alumnos de 15 años ha repetido al menos una vez, frente al 11,3% de la media de países de la OCDE, según datos del último informe PISA, de 2018. La organización internacional lleva décadas instando a reducir su uso, al considerarlo caro —en España cuesta 3.000 millones al año solo en la ESO— y, sobre todo, ineficaz. España también lidera la tasa de abandono escolar temprano (la población de 18 a 24 años que tiene como máximo el título de secundaria y no sigue ningún tipo de formación que le permita elevar su cualificación) en la UE, con un 16%, frente al 10% de promedio comunitario.
La ley Celaá ha introducido cambios para intentar doblegar la estadística a mayor velocidad. De 2012 a 2018 el porcentaje de repetidores disminuyó en España cuatro puntos, mientras en otros países con tradición en la materia, como Portugal, se redujo nueve puntos en el mismo periodo y en Francia, 12.
La nueva norma limita a dos el número de veces que puede repetir un estudiante en toda la etapa de enseñanza obligatoria (hasta ahora eran tres). Y desvincula la promoción del hecho de haber superado un número concreto de materias, dejando la decisión en el equipo docente y reduciendo la repetición solo a aquellos casos en que los profesores lleguen a la conclusión de que beneficiará su trayectoria académica. La ley sienta, además, las bases de una gran revisión del currículo (los contenidos que estudian los alumnos y la forma de evaluarlos), y restablece los programas de diversificación curricular (que adapta las materias para los estudiantes que van mal, haciéndolas más sencillas).
La apelación a la cultura del esfuerzo, cree, por su parte, José Saturnino Martínez, puede conducir “a la trampa de dejar caer toda la responsabilidad en la voluntad del estudiante, de forma que las instituciones y el profesorado se puedan lavar las manos”. “Y”, continúa Martínez, “ocultar que muchas veces no se utiliza tanto como una herramienta educativa sino castigadora o como una forma de chantaje. En vez de hacer una mejor didáctica se le dice al alumno: ‘Si te portas mal, vas a perder un año de tu vida”.
Las estudiantes suspenden curso en menor proporción que los chicos y Gipuzkoa es el territorio con más éxito académico en Euskadi
No hay comentarios:
Publicar un comentario