(..)Vivimos una época curiosamente contradictoria. Lo que llaman la "modernidad líquida" ha arrasado vínculos y valores y lo ha devaluado todo, excepto el goce del momento presente. La trascendencia decae, sea en su expresión metafísica (la religión) o en sus expresiones más físicas, como el deseo de asegurar nuestra supervivencia genética a través de los hijos (cada vez menos) o la voluntad de mantener habitable el planeta (cosa de la que somos partidarios, siempre que ello no implique renunciar a ninguna de nuestras comodidades).
(..)Escribo esto aún transido de dolor, como toda España, por la humillación eurovisiva. No hay derecho. Qué terrible puñalada al orgullo nacional.
18 may 2009
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