2 ago 2007

Benidorm

Tengo oído que el sociólogo Mario Gaviria, profesor de la Universidad Pública de Navarra, fue el ideólogo del proyecto turístico que hoy es realidad en Benidorm. El plan se puso en marcha en la época en que Eduardo Zaplana ejercía de alcalde de la ciudad.

Gaviria lo explica así: «Benidorm se ha adelantado a su tiempo, es la concreción urbanístico-arquitectónica del derecho a las vacaciones pagadas y a la pensión de jubilación, logros del Estado del bienestar en Europa. Benidorm es el símbolo de la Europa rica, de la democratización del turismo de la sociedad de masas, y como tal hay que entenderlo. Los nostálgicos de un Mediterráneo tercermundista, con pequeños pueblecitos de pescadores serviciales y serviles, los amantes de las playas solitarias y/o privatizadas tampoco caben en Benidorm».
¿Ha sido el mayor grado de barbarie lo que ha creado en Murcia esos monstruos que sólo encuentran pareja en los secarrales de La Mancha? ¿El gen morisco? ¿Será la venganza del arroz lo que ataca con flatulencias dolorosas todo el Levante y su urbanismo excremencial? ¿Es el metódico destrozo catalán más sensato que el que asuela la costa asturiana, gracias a la herencia noucentista? ¿A la protección de la Moreneta sobre tanto varón célibe y ahorrativo? ¿Y qué decir del espanto de las rías cocainómanas? ¿Ataques de la gaita paranoica? ¿De la empanada alucinógena? Algún día alguien estudiará el episodio de salvajismo más interesante de la Europa de posguerra, sólo igualado por la Sicilia del cemento y la heroína (inyectable). ¿Cómo fue posible que el franquismo se prolongara tantos decenios hasta dejar el país convertido en una sartén donde hierven de sed los rascacielos vacíos? ¿Quién lo sustentó, a quién enriqueció el caos y el expolio?
Al cabo, la mole afilada y cándidamente gótica del Bali sólo se concibe en el contexto enérgico de esta ciudad insólita: sus 52 plantas y 186 metros (que se convertirán en 210 cuando se instale el mástil de remate) sobrepasan ampliamente los 157 metros de la torre Picasso madrileña, o los 154 de las torres de la Villa Olímpica barcelonesa; pero eso únicamente sorprende si se olvida que de los 200 edificios españoles de más de 75 metros, ¡132 están en Benidorm!, frente a 43 en Madrid o 18 en Barcelona. De la misma manera, sus 1.608 camas parecen una dotación formidable, pero no tanto si se advierte que Benidorm tiene ya más plazas hoteleras que Madrid, siendo superada en Europa sólo por París y Londres. Y su increíblemente prolongado plazo de ejecución, motivado por la resistencia a recurrir al crédito -que permitió a Bigas Luna utilizar la obra detenida como escenario de su película Huevos de oro-, es imposible de entender al margen de su condición orgullosa de proyecto local, que celebra su culminación en 5.000 días con una placa donde se hace constar puntualmente la ausencia de accidentes graves en la construcción.

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